Personajes

Alfonso Diez

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Quién financió la Revolución Mexicana

 

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori murió en París el 2 de julio de 1915, a las 6:32 de la tarde, hora de Francia. Tres meses después, Francisco Villa fue derrotado en Durango (la derrota final), el 19 de octubre; al siguiente día, el 20, el presidente de los Estados Unidos, Wilson, reconoció a Carranza como su par en México.

La cercanía de los hechos obliga a analizar la posibilidad de una relación directa entre ellos. Es el punto de partida para poner bajo la lupa los sucesos posteriores y el saldo de la lucha armada.

Díaz era un hombre pasional y por lo tanto era difícil que olvidara los acontecimientos que determinaron su caída después de 34 años de haber asumido el poder por primera vez.

Salió de México con la condición de que Francisco León De la Barra Quijano se hiciera cargo de la presidencia. Éste promovió la formación del Partido Católico, que tanta influencia tuvo en los acontecimientos armados posteriores. De la Barra fue uno de los creadores de la Escuela Libre de Derecho y curiosamente murió, el 23 de septiembre de 1939, en el último lugar que Díaz visitó antes de regresar a morir a París: Biarritz, Francia.

Debemos recordar, sin embargo, que aunque Porfirio Díaz fue seminarista y estudió Latín y Filosofía, rompió totalmente con el sacerdocio cuando conoció las ideas liberales e ingresó al Instituto de Ciencias y Artes del Estado, a la carrera de Leyes. Pero, de cualquier manera, para él era más importante la manipulación política que los medios utilizados.

Ya como titular del Ejecutivo, Díaz Mori se casó en 1881 con Carmen Romero Rubio. Al padre de ella le perdonó su filiación lerdista y lo hizo su secretario de Gobernación vitalicio. La hermana de doña Carmen, viuda de De Teresa, fue una compañera constante de los Díaz en el exilio. Entre los visitantes de Porfirio Díaz a su casa de París estaban los Escandón, los Mier, los González y los Villaseñor.

Efectivamente, Víctor Manuel Villaseñor, el autor de las “Memorias de un Hombre de Izquierda” y figura prominente de los gobiernos emanados de la Revolución, estuvo con Díaz en Biarritz, en agosto de 1913, en el balneario del Golfo de Gascuña; Villaseñor era niño. Su padre fue uno de los diputados de la XXVI legislatura que presenciaron el asesinato de Gustavo A. Madero durante la “Decena Trágica”. El crimen tuvo lugar durante este período (9 al 19 de febrero de 1913), cuando el hermano de Gustavo, Francisco, todavía era el Presidente de la República.

La pregunta obligada es ¿Qué hacía el ingeniero Manuel F. Villaseñor, padre de Víctor Manuel, en Biarritz con Díaz? ¿Era uno de los correos del exiliado? Muchos años después, en 1967, Víctor Manuel seguía viendo a Lila, la nieta de Díaz que conoció en Biarritz y a Eduardo Rincón Gallardo, primo de ella. Los compañeros de escuela de Villaseñor, en 1920, eran los Escandón, De la Barra, Braniff, Corral, Creel.

Los últimos meses de 1914 y los primeros de 1915 los pasó Díaz en Biarritz con los De Teresa y los Elizaga. Regresó a París en mayo y al poco tiempo murió. En esa casa de París, de Avenida del Bosque # 28, el ex presidente tenía mapas con banderitas blancas y azules, de la guerra.

Porfirio Díaz decía que “será buen mexicano quienquiera que logre la prosperidad y la paz de México. Pero el peligro está en el yanqui, que nos acecha” y procuraba estar al día con las noticias que le leía “el Chato” sobre México. Juan T. Burns le avisó a Carranza de la muerte de Díaz en telegrama desde Nueva York que decía que había muerto a las 7 A.M.

Pero ¿En la lucha de facciones, a quién apoyaba Díaz? ¿A Carranza? ¿A Villa? ¿A Zapata?

Parece obvio que a Venustiano Carranza, el más conservador de los mencionados que fue, además, presidente municipal de Cuatro Ciénegas (1894-98), diputado local, senador de la República y gobernador interino del Estado de Coahuila, todo durante la presidencia de Porfirio Díaz.

Vistas las cosas así, podríamos concluir que, no habiendo apoyo de Díaz a Villa, no se puede deducir de la muerte del primero la derrota del segundo. Pero quedamos que a Porfirio Díaz le importaba más la manipulación política que los medios utilizados. ¿Entonces?

Recordemos que una de las hijas de Porfirio, Amada, estaba casada con Ignacio de la Torre y Mier, hacendado, empresario y homosexual famoso (fue el que dio origen a la leyenda de “los 41”). De la Torre tenía una hacienda enorme cerca de Cuautla, Morelos y se trajo a su casa de Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, a Emiliano Zapata, a trabajar como caballerango. Si hacemos un parangón con Pedro Páramo, de Juan Rulfo, podríamos concluir que el hacendado quería que Zapata le cuidara su propiedad para que no la ocuparan los revolucionarios. Páramo le da dinero a su caballerango para que forme un contingente de hombres armados alrededor de la hacienda, de tal manera que cada vez que se acercan los revolucionarios el caballerango les dice que el lugar ya está ocupado por él, también revolucionario.

¿Quiénes financiaron a los que hicieron la Revolución Mexicana? ¿Estuvo el propio Porfirio Díaz entre ellos? ¿Y los americanos?

Todos tuvieron algo que ver.

Un ensayo del autor de estas líneas, muy largo para ser incluido en esta columna, concluye que Porfirio Díaz no murió en la pobreza, como se creía y con documentos del propio archivo del general prueba que tenía acciones en diversas empresas.

Los descendientes y los socios de Díaz quedaron en posesión de una gran fortuna, incluidos, entre los últimos, los hijos de Manuel González, a quienes heredó la hacienda de Chapingo, posteriormente expropiada por el gobierno para construir la Escuela Nacional de Agricultura. La indemnización a los González fue de 900 millones de pesos de entonces (1923). Muchos grandes empresarios mexicanos resultan conectados y/o beneficiados por esa misteriosa fortuna. Nombres como Emilio, Miguel, Rómulo, Agustín y Gabriel entre ellos.

La Revolución Mexicana debía dar inicio el 20 de noviembre de 1910, el 18 fueron sacrificados los Serdán, en Puebla, y no tuvieron el apoyo esperado hasta mucho después. Pero el movimiento vio nacer a muchos luchadores honestos que no querían más a un gobierno que llevaba tres décadas y media en el poder.

La renuncia de Porfirio Díaz, el 25 de mayo de 1911, fue sólo el principio del fin. Seguirían el asesinato de Madero, la lucha de facciones y los asesinatos de Villa, Carranza y Obregón por diferentes razones cada uno.

Terminaron así las facciones revolucionarias y comenzó el “México de las instituciones”, como le llamó el poderoso ex presidente Plutarco Elías Calles Campuzano, al fundar el que finalmente se llamaría Partido Revolucionario Institucional.

71 años después acabaría el reinado del PRI para dar lugar a la verdadera lucha electoral, en el año 2,000.

Ahora, en el 2,008, podemos contemplar los 98 años transcurridos desde que dio inició la Revolución Mexicana y responder seis preguntas:

1.- ¿Fue necesaria la lucha armada?: Sí, sólo de esa manera se pudo acabar con tantos años de gobierno de un solo hombre.

2.- ¿Fueron honestos todos los revolucionarios?: No, hubo muchos que lo fueron y otros que sólo buscaban su propio beneficio.

3.- ¿Se aprovecharon éstos de la revolución?: Sí, uno de los saldos de la lucha armada fue la cantidad de millonarios que salieron de ésta aprovechando el cargo político y/o militar.

4.- ¿Cuál es el saldo?: Contra viento y marea hubo avances. Pudo haber más, pero comparando el México de 2,008 con otros países que también emergieron de un proceso revolucionario debemos admitir que tenemos muchas conquistas y también muchas deficiencias. Hay libertad de prensa, de asociación, de religión, de filiación política, de empresa, pero también es necesario avanzar mucho en sectores como la salud, el deporte y la educación.

5.- ¿Necesitamos otra lucha armada para llevar al cabo los cambios que el país necesita?: No, una gran mayoría de la población es lo suficientemente conciente de la situación política y económica actual. Los partidos políticos trabajan para conseguir los cambios que cada uno de ellos considera necesario y aunque “las masas nunca tienen la razón”, hay la garantía de que la lucha electoral nos puede llevar por el rumbo correcto. Cada ciudadano puede tener la seguridad de que sus ideas y aspiraciones están representadas por alguno de esos partidos.

6.- Y, finalmente, la respuesta a la pregunta inicial, ¿Quiénes financiaron la Revolución Mexicana?:

Hubo de todo y de todos, desde el hacendado que sacó de su bolsillo para pagar armas, comida y soldados, como Francisco Madero, pasando por el otro hacendado que sólo quería proteger su propiedad. Los dueños de compañías petroleras, el gobernador que indignado con el asesinato de Madero se lanza a la lucha; el caudillo que empieza con un grupo de inconformes y termina al frente de la poderosa División del Norte, quitándole el dinero a los banqueros para financiarse; el caballerango que deja la hacienda buscando para los suyos “Tierra y Libertad”, los sonorenses que luego fueron conocidos como la tríada y, desde luego, Porfirio Díaz en el exilio y sus socios en México, que buscaban inclinar la balanza a su conveniencia.

Pero, casi cien años después, el actual es el México que tenemos. Nuestro país no es Estados Unidos, ni Cuba, ni Francia, ni España. Tenemos defectos y virtudes que son los que nos hacen mexicanos. Aquí están nuestros padres y nuestros abuelos, nuestros hijos y nuestros nietos. La lucha, la trinchera, afortunadamente ya no es armada.

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